La
preocupación por el medio ambiente se ha generalizado
en la sociedades desarrolladas, constituyendo un nuevo entorno competitivo que no puede ser olvidado
por la dirección de la empresa. Asumir responsabilidad
en la mejora del entorno natural podría plantearse para
el directivo como una cuestión ética pero también
debe plantearse como una posible fuente de ventaja competitiva.
La gestión medioambiental puede proporcionar una mejora
de la competitividad tanto por la vía de la productividad
como por la vía de la diferenciación. La estrategia
a seguir frente al medio ambiente dependerá tanto de la
forma en que el factor medioambiental afecte al entorno específico
de la compañía como de sus propios recursos y capacidades.
