Contraste del efecto Fisher

III Supuestos

1.5) Nuevos modelos

A partir de estos primeros resultados, la evidencia en contra de la constancia del tipo real se fue acumulando, lo que provocó la aparición de nuevos modelos en los que se daba cabida a un tipo real que no era constante. Ver, por ejemplo, Levy y Makin (1978), Melvin (1982), Wilcox (1983-b), Mishkin (1984) y Litterman y Weis (1985). Nosotros, en este trabajo, vamos a considerar solamente el caso en el que el tipo real viene determinado por un grupo de variables y, en su caso, por la tasa de inflación, tal como se ha escrito en (9.2). En el caso más simple en el que todas las variables incluidas en sean exógenas, entonces el modelo de contraste será el escrito en (9.5). El procedimiento econométrico sería el descrito previamente en relación con (9.6): primero, asegurar que el modelo escrito en (9.5) es un buen modelo econométrico; asegurado esto, se contrasta la hipótesis nula de que el coeficiente de R es la unidad. Si se acepta esta hipótesis nula, se concluye aceptando el Efecto Fisher.

Pero la hipótesis de que todas las variables incluidas en son exógenas es muy restrictiva y parece razonable pensar en un marco general en el que se admite que algunas de estas variables son endógenas; este nuevo enfoque nos lleva a considerar la ecuación de Fisher como la relación de la forma reducida de un modelo de equilibrio general, tal como puede verse en el trabajo de Levi y Makin ya citado. En este sentido se ha movido buena parte de la literatura proponiendo modelos y derivando, a partír de ellos, la relación de la forma reducida correspondiente al tipo de interés nominal. Ver, por ejemplo, Peek (1982), Wilcox (1983a y 1983b), Peek y Wilcox (1983) y (1984), Groenewold (1989), Allen (1991 y 1992), Findlay (1991) y Sheehan (1996).


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