La situación actual del mercado laboral ha contribuido a la resignación-aceptación por parte de la mayoría de los trabajadores que, para conseguir el bien tan preciado de un empleo, deben aceptar las condiciones laborales que el mercado va imponiendo. Se ha pasado de la primacía de la sociedad civil, en el estado de bienestar, en donde el reconocimiento de los derechos de los trabajadores era prioritario, a la supremacía de la sociedad de mercado, en la que los trabajadores se deben someter a las condiciones reales que regulan la competitividad laboral y la relación oferta-demanda.
Del
principio de solidaridad, en el que se fundamenta el estado de
bienestar, estamos
pasando a una ideología mercantilista, individualista
y poco solidaria, en
la que prima el éxito y el logro individual, el reconocimiento
personal, la carrera laboral... De la idea del trabajo, considerado
como elemento de desarrollo humano y social, se ha pasado a la
idea del empleo, que constituye un medio individual para la consecución
de una posición social, vinculada generalmente a un status
socioeconómico.
La filosofía
de la competitividad
constituye un elemento inherente al pensamiento neoliberal de
finales de siglo, y en ella se fundamenta el crecimiento y progreso
económico de las personas, sociedades y naciones.
